Se relataban, en el número anterior, las hazañas excepcionales de aquí y allá protagonizadas por personajes singulares de reconocida trayectoria deportiva –léase Ángel Miguel, nuestro afamadísimo profesional de la década de los cincuenta y sesenta– y por personas anónimas que saltaban a la palestra por realizar acciones, la mayoría de los casos hoyos en 1, poco habituales en el mundo del golf.
Luis Rezola, Elvira Larrazábal, Iván Maura o Enrique Maier, los siguientes protagonistas de estos relatos de ayer, pertenecen al primero de los grupos, golfistas todos ellos de indiscutible categoría que acababan reflejados en los medios de comunicación de la época por sus brillantes rendimientos cada vez que salían a un campo de golf.
El empuje de Elvira Larrazábal
Corría el año 1954, en pleno verano, cuando el calendario de competición –no muy nutrido en aquellos momentos, casi escuálido si se compara con el número de pruebas de la actualidad– desgranaba los Campeonatos de España Amateurs, tanto individuales como por parejas. Pedreña, como en las dos ediciones anteriores, fue el escenario elegido para desarrollar estas importantes pruebas, con participación de 34 jugadores en el caso de los caballeros y sólo 11 en el caso de las damas.
A pesar del número, no hay que minimizar la calidad de los contendientes, que los hay con experiencia internacional a los que acompañan firmes promesas juveniles, alardeaban cuanto podían en los periódicos de la época. Sea como fuere, la competición femenina se desarrolló en un plis plas, apenas 36 hoyos en los que Elvira Larrazábal, favorita indiscutible, volvió a ganar el título al igual que en 1952, 1953 y, sin que ella obviamente lo supiera en ese momento, en 1955.
Elvira era, sin discusión alguna, la gran referencia del golf femenino español de aquella época. En aquella ocasión sufrió especialmente la competencia de Lolita Arruga de Rafols, capaz de empatar a 77 golpes con la campeonísima española al término de los primeros 18 hoyos, si bien la aspirante al título no fue capaz de repetir, como fue el caso de Elvira Larrazábal, tan brillante resultado en la segunda ronda, por lo que se tuvo que conformar –como era casi norma en aquellos años– con la segunda posición, a 6 golpes de la entonces tricampeona de España. Tercera en la tabla, a 9 golpes, se situó Emma Villacieros, quien posteriormente, a finales de la década de los 80, accedería a la Presidencia de la Real Federación Española de Golf.
Asalto al poder establecido
En la competición masculina el objetivo era similar, es decir, destronar a quien en los años anteriores había convertido esta competición en un coto privado debido a sus continuos aciertos. Iván Maura, campeón de España en 1952 y 1953, acudió a Pedreña con la sana intención de revalidar el título por tercer año consecutivo, un objetivo que acariciaba cuando se completó la tercera vuelta, culminada en su caso con ¡¡66 golpes (5 bajo par)!! que generaron corrientes de loas y admiración.
La emoción era máxima, que llegado a ese punto la clasificación ofrecía un reagrupamiento en su parte más alta por obra y gracia de rendimientos singulares por parte de los hermanos Rezola (Luis y Álvaro), Enrique Muro, Manuel Falcó... todos ellos formando una piña junto con el citado Iván Maura, favorito, para qué ocultarlo, cuando un solo golpe le separaba de la cabeza y restaban 18 hoyos para la conclusión. De hecho, ya en el primer hoyo, Iván Maura niveló la contienda a pesar de los esfuerzos de Luis Rezola, que veía en esos momentos difuminarse un liderato labrado con esfuerzo durante 54 hoyos.
A partir de entonces el toma y daca resultó épico. Una bola lanzada en el hoyo 4 al ‘rough’ por Iván Maura simultaneada con un birdie por parte de Luis Rezola concedió a éste último dos golpes de ventaja neutralizados parcialmente por el primero en el 7. Los nervios, en aumento, se mascaban en el ambiente, sobre todo cuando Iván, incomprensible en él, erró un putt de menos de un metro en el 9 que alimentó las esperanzas de triunfo en su rival, un error que Maura volvió a cometer pocos hoyos después, en el 13, cuando cada fallo adquiría consecuencias grandilocuentes.
Iván Maura trabajó, lucho lo indecible, se revolvió ante una situación crecientemente delicada, pero el destino ya estaba escrito, ese que situó a Luis Rezola en lo más alto del podio por primera vez en su incipiente carrera deportiva. El triunfo de Rezola fue alabado con entusiasmo por los medios de comunicación de la época, necesitados de nuevas figuras para afrontar las siguientes compromisos internacionales. “Al margen de Iván (Maura), tenemos en nuestro país una serie de jóvenes promesas que garantizan que nuestro golf estará bien representado cuando midamos nuestras fuerzas en el extranjero”, decían refiriéndose al nuevo campeón Luis Rezola, a Álvaro Rezola, a Enrique Muro, a Manuel Falcó..., promesas efectivamente que luego rendirían a gran nivel fuera de nuestras fronteras.
Con las manos llenas
Iván Maura, sin embargo, no se fue de Pedreña con las manos vacías. No en vano, en la competición por parejas, que se celebró apenas un par de días antes que la individual, partía asimismo como favorito formando equipo con Enrique Maier. El cuadro de eliminatorias les emparejó primeramente con los hermanos Chávarri, un compromiso resuelto con total autoridad, 6/5, el mismo resultado favorable que quedó inscrito en su enfrentamiento ante Francisco Sanchiz y R. Rocha, que sufrieron la continua concatenación de aciertos –nada menos que 5 bajo par– que caracterizó la actuación de sus rivales.
Ya en semifinales, Manuel Falcó y Emilio Botín pelearon por modificar una historia ya anunciada –perdieron por 2/1, pero tuvieron la capacidad de remontar 5 hoyos de desventaja cuando concluyeron el 13–, un objetivo al que se sumaron, por la parte de abajo del cuadro de eliminatorias, los hermanos Rezola, Luis y Álvaro, finalistas de esta emocionante competición en lo que constituyó un adelanto de sus respectivas buenas actuaciones en la competición individual.
La resistencia de los Rezola, correosa durante gran parte de la final, se fue deshaciendo conforme transcurrían los hoyos, una lucha sin cuartel igualada hasta su primera mitad –1up a favor de Maura-Maier al alcanzar el hoyo 18– pero claramente desnivelada en la segunda, cuando los nuevos campeones, que por cierto se habían impuesto también en el Campeonato Doble Internacional de España, ya no dieron la más mínima opción, con un recurrente 6/5 favorable en el marcador final.
La importancia de Iván Maura en la época se cimentaba a golpe de título. No en vano, el campeonísimo español consiguió que su fama traspasara fronteras cuando se animó a participar en el Campeonato Internacional Amateur del Sudoeste de Francia, que en aquel 1954 se celebró en las instalaciones del Club de Golf Hossegor. Participaban, atención al dato, casi cien jugadores, algunos de ellos de la categoría de Henri de Lamaze, jugador número uno en Europa en aquella época –que al año siguiente, en 1955, se permitió el lujo de ganar a todos los profesionales en el Open de España–, de Wite, un estadounidense con handicap 0, del inglés Carter..., favoritos indiscutibles que sucumbieron ante quien ya se imaginan. Y es que Iván Maura era mucho Iván Maura en aquella época.